SENÉS:
“TESTAMENTO DE SANGRE”
“TESTAMENTO DE SANGRE”
¿Pudo un comerciante de Hisn Xenex (Senés) haber evitado la caída de Al Ándalus? ¿Puede una inscripción en una roca de la Sierra de Los Filabres revelar el testimonio de una conspiración?
Año de 1.486, en Hisn Xenex (Senés), una pequeña villa de las sierras orientales de Al Ándalus, Hisham, un próspero comerciante de telas, recibe una misteriosa encomienda de uno de los hombres más poderosos de la Corte Nazarí: custodiar un valioso cofre. Pero el devenir de los acontecimientos le hará sospechar y desconfiar de este encargo. Hisham hará lo imposible para desenmascarar una traición que pone en jaque la supervivencia de Al Ándalus, desatando una agónica persecución sobre él y su familia. Un cofre secreto, traiciones, odio y la voluntad inquebrantable de un hombre son algunas de las claves de esta historia, que nos hace viajar a un Al Ándalus que agoniza, a una época de gloria y miseria, de ira y de grandeza entre los sultanes Al Zagall y Boabdil, donde las traiciones y las envidias se cobijan en los muros del poder.
Nos dice el autor:
“Comencé a escribir esta historia novelada tras años de investigación, de meditar y madurar la idea. Era el día 14 de septiembre de 2.014, día del Divino Rostro, patrón de Senés.
Ese mismo día del año 1.460 nacía en la zona oriental del Reino Nazarí de Granada, en la entonces denominada villa Hisn Xénex (actual Senés) Hisham ibn Saleh, a la sazón protagonista de esta historia.
Mi pretensión únicamente ha sido contar una parte de la vida de unas personas que vivieron en aquella época difícil y convulsa, aprovechando para narrar algunos hechos históricos y describir acciones cotidianas.
Mi intención no ha sido verter, proclamar o sugerir opiniones, en favor o en contra, de alguno de los bandos enfrentados; siendo por ello las manifestaciones en este sentido contenidas en la redacción de esta novela, meras circunstancias incardinables en el desarrollo de los personajes y hechos narrados.
TESTAMENTO DE SANGRE
Sucumbirán las fortalezas más sólidas erigidas sobre pétreos cimientos, se hastiarán los más caudalosos manantiales, serán reducidos a escombros los palacios más ostentosos, llorarán como infantes los guerreros más curtidos y se diezmarán las cosechas de las vegas más fértiles, antes de ver doblegada la voluntad de un hombre cabal, pues esta es cual vigorosa palmera expuesta a las envestidas que se pliega hasta lo imposible sin llegar a quebrar.
“Comencé a escribir esta historia novelada tras años de investigación, de meditar y madurar la idea. Era el día 14 de septiembre de 2.014, día del Divino Rostro, patrón de Senés.
Ese mismo día del año 1.460 nacía en la zona oriental del Reino Nazarí de Granada, en la entonces denominada villa Hisn Xénex (actual Senés) Hisham ibn Saleh, a la sazón protagonista de esta historia.
Mi pretensión únicamente ha sido contar una parte de la vida de unas personas que vivieron en aquella época difícil y convulsa, aprovechando para narrar algunos hechos históricos y describir acciones cotidianas.
Mi intención no ha sido verter, proclamar o sugerir opiniones, en favor o en contra, de alguno de los bandos enfrentados; siendo por ello las manifestaciones en este sentido contenidas en la redacción de esta novela, meras circunstancias incardinables en el desarrollo de los personajes y hechos narrados.
TESTAMENTO DE SANGRE
Sucumbirán las fortalezas más sólidas erigidas sobre pétreos cimientos, se hastiarán los más caudalosos manantiales, serán reducidos a escombros los palacios más ostentosos, llorarán como infantes los guerreros más curtidos y se diezmarán las cosechas de las vegas más fértiles, antes de ver doblegada la voluntad de un hombre cabal, pues esta es cual vigorosa palmera expuesta a las envestidas que se pliega hasta lo imposible sin llegar a quebrar.
INTRODUCCIÓN HISTÓRICA
En el año 1.469, el matrimonio entre la princesa Isabel de Castilla, hermana de Enrique IV y el príncipe Fernando, hijo y heredero del rey Juan II de Aragón, posteriormente conocidos como los Reyes Católicos, va a suponer un importante y decisivo paso para la unificación de España bajo una única corona. A la muerte de su hermanastro, Isabel será proclamada reina de Castilla y Fernando sucederá a su padre como rey de Aragón. La unión de estos dos reinos va a ser un ariete imparable, que dinamizará el avance de la Reconquista cristiana sobre los territorios del sur bajo hegemonía musulmana, hasta concluirla definitivamente el 2 de enero de 1.492 con la toma de Granada.
En el año 1.469, el matrimonio entre la princesa Isabel de Castilla, hermana de Enrique IV y el príncipe Fernando, hijo y heredero del rey Juan II de Aragón, posteriormente conocidos como los Reyes Católicos, va a suponer un importante y decisivo paso para la unificación de España bajo una única corona. A la muerte de su hermanastro, Isabel será proclamada reina de Castilla y Fernando sucederá a su padre como rey de Aragón. La unión de estos dos reinos va a ser un ariete imparable, que dinamizará el avance de la Reconquista cristiana sobre los territorios del sur bajo hegemonía musulmana, hasta concluirla definitivamente el 2 de enero de 1.492 con la toma de Granada.
Pero a la Reconquista también contribuyeron cuestiones, que si bien eran ajenas a los cristianos, los Reyes Católicos y sus predecesores castellanos supieron aprovechar, y en algunos casos, instigar y avivar en beneficio propio.
El Reino Nazarí de Granada vio minada su fortaleza desde dentro. Durante el último cuarto del Siglo XV tres miembros de una misma familia se disputaban el trono de la Alhambra:
Muley Hacén, Boabdil, y Al Zagall.
El primero, Muley Hacén, que tuvo dos periodos de reinado, careció de acierto, sus errores, tanto en el plano político, militar y sentimental, avocaron al Reino Nazarí a una guerra civil que se mantuvo latente hasta su final. Su hijo Boabdil, se convirtió en su peor enemigo, hasta el punto de usurparle del trono con la connivencia de su madre, despechada por los escarceos amorosos de Muley Hacén, y el apoyo de los Banu Sarraÿ, un influyente clan familiar árabe conocido como los Abencerrajes.
Pero el joven inconsciente de Boabdil tampoco supo consolidar su poder y su primer reinado fue efímero, acabando preso a mano de los cristianos. Muley Hacén, con la ayuda de su hermano Al Zagall, gobernador de Málaga, recuperó el trono granadino. Finalmente el viejo Muley Hacén, enfermo e incapaz, abdicó en favor de Al Zagall, militar de probada valentía y arrojo en el campo de batalla.
El Reino Nazarí de Granada vio minada su fortaleza desde dentro. Durante el último cuarto del Siglo XV tres miembros de una misma familia se disputaban el trono de la Alhambra:
Muley Hacén, Boabdil, y Al Zagall.
El primero, Muley Hacén, que tuvo dos periodos de reinado, careció de acierto, sus errores, tanto en el plano político, militar y sentimental, avocaron al Reino Nazarí a una guerra civil que se mantuvo latente hasta su final. Su hijo Boabdil, se convirtió en su peor enemigo, hasta el punto de usurparle del trono con la connivencia de su madre, despechada por los escarceos amorosos de Muley Hacén, y el apoyo de los Banu Sarraÿ, un influyente clan familiar árabe conocido como los Abencerrajes.
Pero el joven inconsciente de Boabdil tampoco supo consolidar su poder y su primer reinado fue efímero, acabando preso a mano de los cristianos. Muley Hacén, con la ayuda de su hermano Al Zagall, gobernador de Málaga, recuperó el trono granadino. Finalmente el viejo Muley Hacén, enfermo e incapaz, abdicó en favor de Al Zagall, militar de probada valentía y arrojo en el campo de batalla.
El reinado de Al Zagall fue breve y se caracterizó por la guerra civil contra su sobrino Boabdil, quien sería liberado por los cristianos tras comprar su libertad firmando unas vergonzantes condiciones de vasallaje y dejando como rehén a su propio hijo.
Los Reyes Católicos, mientras azuzaron las intrigas entre Boabdil y su tío, siguieron sumando conquistas y oprimiendo las fronteras del Reino Nazarí con constancia.
Desde finales del año 1.485 suceden los hechos que se narran a continuación, siendo Sultán de Granada Al Zagall y estando su sobrino y aspirante a recuperar el trono, Boabdil, preso en manos cristianas. En estas fechas el Reino Nazarí quedaba constreñido a parte de las provincias de Málaga y Granada, así como la de Almería íntegra. Además, la hegemonía del Sultán granadino tampoco era absoluta, pues había pequeños subreinos bajo el poder de gobernadores o alcaides con casi plena independencia: en Málaga gobernaba el temido general Al Zegri, y en Almería y Vera su todopoderoso alcaide Cidi Yahya Al Nayar.
Este era el escenario sobre el que los Reyes Católicos jugaban su partida y, con la fragmentación de sus oponentes, sólo tuvieron que ocuparse de perfilar el definitivo jaque mate sobre el tablero de España.
HUMILDE FELICIDAD O TESTIGO.
En el ocaso de la tarde estival, la inesperada tormenta hace aparición sobre las cimas negras de la sierra, sorprendiendo a algunos moradores del valle todavía en las faenas del campo. Los relámpagos rasgan el velo gris del cielo y unas ráfagas de viento tibio y húmedo anuncian la inminencia de la lluvia. Las cortinas de agua se empiezan a hacer visibles en las laderas de poniente impregnando el ambiente de olor a tierra mojada. Los campesinos se mueven con premura por las huertas recogiendo lo imprescindible sin dejar de mirar al cielo. Un niño de apenas seis años corre despavorido por el camino que serpentea entre los huertos. Lleva un cesto al hombro y busca el cobijo de una tapia para protegerlo de la lluvia que ya empieza a mojarle la espalda. Mezclado con el ensordecedor ruido de los truenos, escucha unas voces junto al barranco. Tentado por la curiosidad, tras dejar el bulto en un hueco de la oscura pedriza, desciende en la dirección de la que provienen los gritos. Se acerca con sigilo al borde de un balate y, ocultándose tras la frondosidad, puede ver a dos hombres enfrascados en una calurosa discusión, ajenos a la lluvia que arrecia por momentos.
En el cauce del barranco, justo al filo de la corriente del agua, un anciano de figura oronda, largas barbas blancas y exquisitas vestimentas de color rojizo, discute con un hombre joven, alto y corpulento vestido con ropas oscuras. El viejo abre las manos poniendo las palmas hacia arriba y encogiendo los hombros, mientras recula ante el otro que levanta los brazos amenazadores y gesticula con violencia.
El pequeño, empapado ya hasta los huesos, aunque no escucha la conversación por el fragor de la tormenta, no puede evitar quedarse oculto tras los vástagos hasta ver el desenlace de la discusión, que por momentos sube de intensidad.
Tras largo rato de manoteos y disputas, el hombre joven de negro da una manotada sobre el pecho del anciano, haciéndole caer de espaldas junto a las lastras resbaladizas. El pequeño asustado, se lleva la mano a la boca para tapar su propio grito, pero lejos de huir, se asoma un punto más sobre los frondosos pámpanos para no perder un ápice de la escena.
El anciano, varado sobre el suelo mueve manos y pies defendiéndose de la habilidad de su atacante que, con la rapidez de un felino, saca un puñal del cinturón y lo hunde en las carnes blandas del pecho de su oponente. Repite la acción con crueldad, clavando la hoja afilada una y otra vez hasta que el viejo deja de manotear y un gesto tétrico se adueña de su rostro. La sangre, que mana a borbotones por las numerosas embestidas asestadas por el agresor, empapa la hierba y la tierra sobre la que yace el cuerpo exánime, hasta que la lluvia la arrastra para teñir de granate la corriente del barranco.
El niño queda paralizado, no es dueño de sus pies y, aunque querría salir corriendo, le resulta imposible levantarse y abandonar su escondrijo justo encima de la macabra escena…”
…(continuará).
En el ocaso de la tarde estival, la inesperada tormenta hace aparición sobre las cimas negras de la sierra, sorprendiendo a algunos moradores del valle todavía en las faenas del campo. Los relámpagos rasgan el velo gris del cielo y unas ráfagas de viento tibio y húmedo anuncian la inminencia de la lluvia. Las cortinas de agua se empiezan a hacer visibles en las laderas de poniente impregnando el ambiente de olor a tierra mojada. Los campesinos se mueven con premura por las huertas recogiendo lo imprescindible sin dejar de mirar al cielo. Un niño de apenas seis años corre despavorido por el camino que serpentea entre los huertos. Lleva un cesto al hombro y busca el cobijo de una tapia para protegerlo de la lluvia que ya empieza a mojarle la espalda. Mezclado con el ensordecedor ruido de los truenos, escucha unas voces junto al barranco. Tentado por la curiosidad, tras dejar el bulto en un hueco de la oscura pedriza, desciende en la dirección de la que provienen los gritos. Se acerca con sigilo al borde de un balate y, ocultándose tras la frondosidad, puede ver a dos hombres enfrascados en una calurosa discusión, ajenos a la lluvia que arrecia por momentos.
En el cauce del barranco, justo al filo de la corriente del agua, un anciano de figura oronda, largas barbas blancas y exquisitas vestimentas de color rojizo, discute con un hombre joven, alto y corpulento vestido con ropas oscuras. El viejo abre las manos poniendo las palmas hacia arriba y encogiendo los hombros, mientras recula ante el otro que levanta los brazos amenazadores y gesticula con violencia.
El pequeño, empapado ya hasta los huesos, aunque no escucha la conversación por el fragor de la tormenta, no puede evitar quedarse oculto tras los vástagos hasta ver el desenlace de la discusión, que por momentos sube de intensidad.
Tras largo rato de manoteos y disputas, el hombre joven de negro da una manotada sobre el pecho del anciano, haciéndole caer de espaldas junto a las lastras resbaladizas. El pequeño asustado, se lleva la mano a la boca para tapar su propio grito, pero lejos de huir, se asoma un punto más sobre los frondosos pámpanos para no perder un ápice de la escena.
El anciano, varado sobre el suelo mueve manos y pies defendiéndose de la habilidad de su atacante que, con la rapidez de un felino, saca un puñal del cinturón y lo hunde en las carnes blandas del pecho de su oponente. Repite la acción con crueldad, clavando la hoja afilada una y otra vez hasta que el viejo deja de manotear y un gesto tétrico se adueña de su rostro. La sangre, que mana a borbotones por las numerosas embestidas asestadas por el agresor, empapa la hierba y la tierra sobre la que yace el cuerpo exánime, hasta que la lluvia la arrastra para teñir de granate la corriente del barranco.
El niño queda paralizado, no es dueño de sus pies y, aunque querría salir corriendo, le resulta imposible levantarse y abandonar su escondrijo justo encima de la macabra escena…”
…(continuará).
Sobre el autor:
Alfredo J. Venteo Contreras es de Senés. Vive en Almería pero sigue teniendo una vinculación muy estrecha con su pueblo de los Filabres.
Le apasiona la Literatura especialmente la novela histórica de la época medieval. La pasión por su pueblo le han llevado a investigar y profundizar en su pasado. Fruto de ese trabajo es la novela histórica “Testamento de sangre” editada por CÍRCULO ROJO
Segunda Edición: 12 de diciembre de 2.015
ISBN- 10: 8491261516
ISBN- 13: 978-8491261513
Alfredo J. Venteo Contreras es de Senés. Vive en Almería pero sigue teniendo una vinculación muy estrecha con su pueblo de los Filabres.
Le apasiona la Literatura especialmente la novela histórica de la época medieval. La pasión por su pueblo le han llevado a investigar y profundizar en su pasado. Fruto de ese trabajo es la novela histórica “Testamento de sangre” editada por CÍRCULO ROJO
Segunda Edición: 12 de diciembre de 2.015
ISBN- 10: 8491261516
ISBN- 13: 978-8491261513
Juan Sánchez-NOVIEMBRE-2.016
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