OLULA del RÍO
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Ángel Rueda Martínez fue uno de los fundadores y Presidente de la Asociación de Discapacitados “El Saliente” (Albox). Éste la presidió desde 1.989 hasta 1.992. Posteriormente fue Vicepresidente y hoy, ya jubilado, sigue colaborando con la causa. Yo tenía en el Barrio (así llamábamos nosotros a Benitorafe) a mi tía Consuelo; pasaba temporadas en la aldea cuando niño y allí empezó mi amistad con Ángel. Además, su madre, Bárbara, también era de Laroya de la familia de “Los Bombas”. Conozco parte de su obra literaria y me gusta especialmente el ingenio que tuvo al escribir una poesía sobre Laroya, pueblo de su madre y mío. Leerla es formarte un vivo retrato del pueblo hecho poesía.
Trascribo más abajo una curiosa poesía con su pizca de picardía. Me recuerda a “Las fábulas” de Samaniego que para sus moralejas utilizaba casi siempre animales, pero el objetivo de esta no es un aleccionamiento moral, es más bien un gracejo y un simpático montaje protagonizado por un labrador, su mujer, y varios animalales.
Como ya he reflejado, Ángel es natural de Benitorafe. Nació allá por 1.948 en este anejo de Tahal y cursó estudios de Formación Profesional en la “Escuela de Formación San Juan Bosco” de Almería capital. A lo largo de su vida ha escrito varios libros de poemas y de teatro. También ha colaborado en revistas y tratados sobre disminuidos. Colaboró con Florencio Castañeda en el libro “Los pueblos de Almería cantados por sus poetas”.
Aquí os dejo una de sus poesías que me llamó la atención por su originalidad e inventiva:
“LA MERIENDA DEL LABRADOR”
Con sus mulos, sus aperos,
dispuesto “pa” la labranza,
llegó al tajo sin tardanza
como los buenos muleros
Dio a los mulos, suelta rienda
y empezó ara que ara,
hasta que el tiempo llegara
de empezar con la merienda.
Sorpresa fue cuando vio
que en tanto estaba labrando,
una zorra fue almorzando
lo que a él su mujer le echó.
Pero la pudo coger
ya que estaba en la parata
y sin tiempo que perder,
cogió y le partió una pata.
Y la abandonó a su suerte
con una pata “partía”
porque así más sufriría,
no quiso darle la muerte.
Contó lo que había pasado
a su esposa al ir a casa
y ella -dijo- ¡ten cuidado,
que hay que ver lo que te pasa!.
Al siguiente día tomó
algunas más precauciones
pues le sobraban razones
y la merienda colgó,
en lo alto de una higuera
pero un cuervo que la vio,
el mismo se merendó
lo que la mujer le hiciera.
No obstante, pudo pillarlo
y sin piedad lo esplumó,
hay que ver como quedó,
daba pena de mirarlo.
Contó lo que había pasado
a su esposa al ir a casa
y ella -dijo- ¡Ten cuidado,
que hay que ver lo que te pasa!.
Tomó tantas precauciones al día
siguiente al llegar,
que la fiambrera a enterrar
llegó con cuatro mantones.
Al destapar, daba grima un tábano
grande y viejo
daba vueltas por encima
de la “fritá” de conejo.
Lo cogió tan cabreado
que una raspa le metió
por el culo, y este dio
un vuelo precipitado.
Contó lo que había pasado
a su esposa al ir a casa
y esta -dijo-, ¡más no pasa,
mañana estaré al cuidado!.
Y empeñada la mujer
de la merienda guardar,
le quiso a él acompañar
y la misma proteger.
Y como mientras araba,
ella al lado de la cesta
estuvo siempre sentada
ningún bicho llegó a esta.
Los animales enfrente
a ella la consideraban,
otro bicho y esperaban
¿Qué le tocaría en su suerte?.
Y debajo de la higuera
merendaron, pues no había
nada que se lo impidiera.
La merienda fue acabada
en amor y compañía,
él con cara emocionada
y ella la falda subía.
Para que voy a contarles
lo que a la sombra pasó
y enfrente los animales
esperando la sanción.
La zorra -dijo- la pata,
creo que se la va a partir,
el cuervo llegó a decir…
la pela…mas… ¡No la mata!.
dispuesto “pa” la labranza,
llegó al tajo sin tardanza
como los buenos muleros
Dio a los mulos, suelta rienda
y empezó ara que ara,
hasta que el tiempo llegara
de empezar con la merienda.
Sorpresa fue cuando vio
que en tanto estaba labrando,
una zorra fue almorzando
lo que a él su mujer le echó.
Pero la pudo coger
ya que estaba en la parata
y sin tiempo que perder,
cogió y le partió una pata.
Y la abandonó a su suerte
con una pata “partía”
porque así más sufriría,
no quiso darle la muerte.
Contó lo que había pasado
a su esposa al ir a casa
y ella -dijo- ¡ten cuidado,
que hay que ver lo que te pasa!.
Al siguiente día tomó
algunas más precauciones
pues le sobraban razones
y la merienda colgó,
en lo alto de una higuera
pero un cuervo que la vio,
el mismo se merendó
lo que la mujer le hiciera.
No obstante, pudo pillarlo
y sin piedad lo esplumó,
hay que ver como quedó,
daba pena de mirarlo.
Contó lo que había pasado
a su esposa al ir a casa
y ella -dijo- ¡Ten cuidado,
que hay que ver lo que te pasa!.
Tomó tantas precauciones al día
siguiente al llegar,
que la fiambrera a enterrar
llegó con cuatro mantones.
Al destapar, daba grima un tábano
grande y viejo
daba vueltas por encima
de la “fritá” de conejo.
Lo cogió tan cabreado
que una raspa le metió
por el culo, y este dio
un vuelo precipitado.
Contó lo que había pasado
a su esposa al ir a casa
y esta -dijo-, ¡más no pasa,
mañana estaré al cuidado!.
Y empeñada la mujer
de la merienda guardar,
le quiso a él acompañar
y la misma proteger.
Y como mientras araba,
ella al lado de la cesta
estuvo siempre sentada
ningún bicho llegó a esta.
Los animales enfrente
a ella la consideraban,
otro bicho y esperaban
¿Qué le tocaría en su suerte?.
Y debajo de la higuera
merendaron, pues no había
nada que se lo impidiera.
La merienda fue acabada
en amor y compañía,
él con cara emocionada
y ella la falda subía.
Para que voy a contarles
lo que a la sombra pasó
y enfrente los animales
esperando la sanción.
La zorra -dijo- la pata,
creo que se la va a partir,
el cuervo llegó a decir…
la pela…mas… ¡No la mata!.
Miró el tábano de reojo
y dijo en un tono bajo,
“Si a mí no me engaña el ojo,
le está metiendo un raspajo”
y dijo en un tono bajo,
“Si a mí no me engaña el ojo,
le está metiendo un raspajo”
Juan Sánchez-ENERO-2.017
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