domingo, 8 de enero de 2017

“El obispo Juan de Portocarrero. Veraneaba en Bacares y allí dictó testamento”

BACARES:
“El obispo Juan de Portocarrero. Veraneaba en Bacares y allí dictó testamento”
Su inmensa riqueza la obtuvo después de afanar durante largo tiempo a la Iglesia Católica Almeriense a la que debía servir.
PREVIO.- Afanar (del latín vulgar affannare), significa robar con destreza.
• Nuestro personaje solía veranear en “La Perla de los Filabres” (Bacares).
• La residencia estival de este obispo en Bacares era “La Casona” igual que el resto de la curia almeriense.
• El arca de ciprés donde guardaba lo ufanado a la Iglesia estaba escondida en el cuarto del retrete. (hoy Water).
El obispo de Almería Juan de Portocarrero había nacido en Salamanca. Era hijo de los marqueses de Las Torres y condes de Palma. Juan de Portocarrero profesó en la Orden de San Francisco de Asís. Noveno prelado de la Diócesis almeriense, cuarto en residir y segundo Franciscano tras Fernández de Villalán. Preconizado obispo por Bula de Clemente VIII en 1.602. Su dilatado episcopado duró 28 años. Entre sus iniciativas destaca la erección del Seminario Conciliar de San Indalecio y la iglesia de San Pedro y de San Juan; levantó el cubo defensivo, remató la torre sacada de cimientos de la Catedral, hizo la capilla del Sagrario e impulsó el culto a San Indalecio, a quien proclamó patrón de Almería en 1.621 (el rey Felipe II aprobó las fiestas en su honor a celebrar cada 15 de mayo).
Como venimos diciendo desde el principio, Bacares por aquel entonces era el retiro veraniego de los altos cargos de la iglesia de Almería. El lugar residencia para la curia en Bacares era “La Casona” también llamada hospedería de la Cofradía de las Ánimas Benditas
• Como pueden suponer, no era una casa cualquiera. Según el Ayuntamiento de la Villa allá por el Siglo XIX consideraba a “La Casona” como su más destacado inmueble; edificio que bien pudo construirse sobre el solar de la casa del administrador del conde de la Puebla del Maestre, localizada en la Plaza, frente a la iglesia. O en la que vivió la familia Palacio Calderón de la Barca, recibida en Bacares y Gérgal como nobles.
Los obispos que solían acudir a “La Casona” solían ser los de las Diócesis de Almería, naturalmente, pero además los de Baza-Guadix y Cartagena.
Estaba situada en la parte alta de la calle Real antes de alcanzar El Calvario o Puerta de Almería. De planta rectangular y sólido porte de tres alturas. Además de las cuadras y pajar a los que se accedían girando la calle Mármol. En el piso alto destacaba “una gran cocina central que distribuía a amplias habitaciones. Posiblemente fuese incluida en la Desamortización de Manuel Godoy a comienzos del XIX ante la urgente necesidad monetaria de la Iglesia. Tras sucesivas enajenaciones y herencias, en la actualidad “La Casona” tiene tres propietarios.
Aún hoy se advierte la traza de su pasado esplendor, incluido el zaguán y el espacioso comedor y adosado a él un mínimo habitáculo, bajando un peldaño que pudo ser oratorio o retrete. Sobriedad en sus ventanas “conventuales” con rejas procedentes de la fundición en el río Gérgal. Hay además y lamentablemente el hueco del desaparecido escudo heráldico perteneciente al Obispado.
TESTAMENTO
Pese a padecer una grave perlesía (temblores y debilidad muscular), falleció a muy avanzada edad para la época, marzo de 1.631.
Ocho años antes, el 29 de julio de 1.623, testó en su residencia de Bacares ante el Escribano de Tíjola, Juan de Paco y Molina, y firmó una Declaración insospechada en la que reconocía públicamente haber sustraído gran cantidad de dinero de la propia Iglesia a la que decía servir en medio de la pobreza a la que obligaba su Orden regular.
Hete aquí el testamento:
“Yn Dei nómine Amén…Nos don fray Juan de Portocarrero, por la gracia de Dios y de la Santa Iglesia Apostólica, obispo de Almería, del Consejo del Rey, etc., estando enfermo del cuerpo y sano de nuestro entero y libre juicio…”. Sigue una prolija descripción de trece mandas, ordenando misas rezadas y cantadas, vigilias y novenarios a celebrar a su muerte y de que fuese sepultado “en nuestra Iglesia Catedral, en nuestra capilla del Sagrario”; que se diese una comida a los presos de la cárcel y “limosna a cincuenta pobres de la Ciudad (veinticinco hombres y otras tantas mujeres), a cada una de ellas un faldellín de color y precio que pareciese a nuestros albaceas”, y esa misma limosna a otros doce menesterosos de Bacares; que su esclavo Juan de Ribera quedara libre (del que ya había recibido para tal fin 800 reales), etc, etc.
La siguiente confesión firmada por el susodicho obispo es lo que hoy denominaríamos trágico-cómica:
“Estando el referido Prelado al parecer enfermo en la villa de Bacares, para descargo de su conciencia y bien de su alma hizo diferentes declaraciones que manifestaban las cantidades y alhajas que tenía de las Fábricas Generales (fondos eclesiásticos), Cuarta Beneficial y Hospitales de esta Diócesis”. La suma asciende a 11.000 ducados de oro, 1.000 de plata, 300 doblones y 1.800 escudos. El obispo Portocarrero brinda al respetable una fórmula segura para la custodia de parte de tan alta cantidad: “Y declaramos que paran en nuestro poder mil ducados en reales de plata que están en un arca de ciprés que compramos del Sochantre Nabarrete, que está en el retrete del aposento donde de ordinario comemos en las casas obispales”.
Concluyo diciendo al respecto que: ¡¡¡donde se ponga un buen retrete que se quiten los Bancos y Cajas de Ahorros!!!
Juan Sánchez-DICIEMBRE-2.016

No hay comentarios:

Publicar un comentario