MACAEL:
“Tiempo de Noviazgo”
“Tiempo de Noviazgo”
El lugar más indicado para buscar novia eran los bailes de los sábados. También los momentos en que las chicas salían a pasear o a hacer “un mandao”. Los galanes aprovechaban la ocasión para hablarles por el camino.
Por esa época existía la costumbre de que las madres acompañaran a sus hijas casaderas al baile. Las vigilaban de cerca sentadas en las sillas de aneas y al menor indicio, tosían para advertir a su moza que se estaba pasando y evitar así que las cosas pasaran a mayores.
Otras veces los noviazgos se iniciaban en reuniones o actividades agrícolas como era “desparfollar” (quitar las farfollas al maíz o panizo) o quitar las cáscaras a las almendras, los jóvenes reunidos en derredor de la chimenea debían besar a la chica que tenían al lado cada vez que salía una panocha “pingosa” (con granos de varios colores), y ya procuraban que cayera al lado la chica que cada mozo prefería. También se contaban “cuentos verdes”
(de contenido sexual) y de terror que alentaban al acercamiento de los cuerpos.
Por esa época existía la costumbre de que las madres acompañaran a sus hijas casaderas al baile. Las vigilaban de cerca sentadas en las sillas de aneas y al menor indicio, tosían para advertir a su moza que se estaba pasando y evitar así que las cosas pasaran a mayores.
Otras veces los noviazgos se iniciaban en reuniones o actividades agrícolas como era “desparfollar” (quitar las farfollas al maíz o panizo) o quitar las cáscaras a las almendras, los jóvenes reunidos en derredor de la chimenea debían besar a la chica que tenían al lado cada vez que salía una panocha “pingosa” (con granos de varios colores), y ya procuraban que cayera al lado la chica que cada mozo prefería. También se contaban “cuentos verdes”
(de contenido sexual) y de terror que alentaban al acercamiento de los cuerpos.
“Pedir silla” significaba el permiso paterno de la chica para que el mozo pudiera frecuentar la casa de la novia y el inicio de un noviazgo formal.
Lo cierto es que no pasaba mucho tiempo en que las relaciones de noviazgo en muchos casos acababan con “llevarse la novia”. Y no era una costumbre copiada de otros lugares sino genuina de esta Comarca. No era del agrado de los curas y lucharon bastante para erradicar esa costumbre pero…
La opinión generalizada reza que esta forma de matrimonio se ponía en práctica evidentemente por amor entre la pareja pero fundamentalmente “para no hacer gasto”. “En realidad no había rapto, puesto que la novia estaba de acuerdo”, se afirma. Cuando se marchaban los novios lo hacían lo más lejos posible, o lo que sus medios económicos les permitiesen. Si escaseaba el dinero, marchaban al pueblo vecino de Olula, otros novios mejor posicionados económicamente, partían a una pensión de Granada donde era costumbre refugiarse. Se ausentaban 3 ó 4 días. La noche de la desaparición los padres no avisaban a la Guardia Civil, ya que automáticamente se asociaba la ausencia al “rapto”. Desde ese momento el matrimonio se daba por consumado y legitimado a los ojos de todos. Raramente quedaban rotos estos matrimonios una vez realizado el “rapto”, sobre todo si ambos protagonistas eran de Macael. Las excepciones a esta regla se achacaban si una de las partes no era macaelera o si se trataba de una persona marginada. La expresión “aquí todos nos llevamos la novia” y la ausencia de inhibiciones al relatar sus propios casos, ratifican el carácter de matrimonio consuetudinario que el “llevarse la novia” tuvo y aún tiene en esta zona.
Lo cierto es que no pasaba mucho tiempo en que las relaciones de noviazgo en muchos casos acababan con “llevarse la novia”. Y no era una costumbre copiada de otros lugares sino genuina de esta Comarca. No era del agrado de los curas y lucharon bastante para erradicar esa costumbre pero…
La opinión generalizada reza que esta forma de matrimonio se ponía en práctica evidentemente por amor entre la pareja pero fundamentalmente “para no hacer gasto”. “En realidad no había rapto, puesto que la novia estaba de acuerdo”, se afirma. Cuando se marchaban los novios lo hacían lo más lejos posible, o lo que sus medios económicos les permitiesen. Si escaseaba el dinero, marchaban al pueblo vecino de Olula, otros novios mejor posicionados económicamente, partían a una pensión de Granada donde era costumbre refugiarse. Se ausentaban 3 ó 4 días. La noche de la desaparición los padres no avisaban a la Guardia Civil, ya que automáticamente se asociaba la ausencia al “rapto”. Desde ese momento el matrimonio se daba por consumado y legitimado a los ojos de todos. Raramente quedaban rotos estos matrimonios una vez realizado el “rapto”, sobre todo si ambos protagonistas eran de Macael. Las excepciones a esta regla se achacaban si una de las partes no era macaelera o si se trataba de una persona marginada. La expresión “aquí todos nos llevamos la novia” y la ausencia de inhibiciones al relatar sus propios casos, ratifican el carácter de matrimonio consuetudinario que el “llevarse la novia” tuvo y aún tiene en esta zona.
La vuelta a casa requería otro ritual. Un hombre mayor actuaba de intermediario con las familias. Mientras duraba el “rapto” la madre de la novia se ponía un pañuelo negro, y “la puerta de la casa permanecía cerrada”.
Cuando el nuevo matrimonio volvía al pueblo la gente les saludaba por la calle transmitiéndole sus felicitaciones; incluso el novio y sus amigos se juntaban para celebrarlo. En el momento del reencuentro los padres ponían malas caras y regañaban. “La suegra era la que más regañaba; soltaba: “¿es que no podíais haber esperado?”.
Después de eso nos íbamos a comer y allí no había pasado nada. Otro cantero relataba su caso así: “A mí me echó mi padre, pero a mi mujer la recogió. Pasados unos días me mandó decir: “Mira Manolo, que estoy malo; que vayas hoy a la cantera con los bueyes”. “Después nos juntamos a comer y así acabó todo”. La nueva familia pasaba a residir indistintamente en casa de los padres o de los suegros; “donde hubiese sitio”. La costumbre era de residir al menos un año con los padres. El final del proceso se cerraba por lo general varios años después de la fuga. Entonces el matrimonio, muchos ya con uno o varios hijos iban de madrugada a que el cura sancionase lo que ya era legal a los ojos del pueblo desde unos años atrás.
Cuando el nuevo matrimonio volvía al pueblo la gente les saludaba por la calle transmitiéndole sus felicitaciones; incluso el novio y sus amigos se juntaban para celebrarlo. En el momento del reencuentro los padres ponían malas caras y regañaban. “La suegra era la que más regañaba; soltaba: “¿es que no podíais haber esperado?”.
Después de eso nos íbamos a comer y allí no había pasado nada. Otro cantero relataba su caso así: “A mí me echó mi padre, pero a mi mujer la recogió. Pasados unos días me mandó decir: “Mira Manolo, que estoy malo; que vayas hoy a la cantera con los bueyes”. “Después nos juntamos a comer y así acabó todo”. La nueva familia pasaba a residir indistintamente en casa de los padres o de los suegros; “donde hubiese sitio”. La costumbre era de residir al menos un año con los padres. El final del proceso se cerraba por lo general varios años después de la fuga. Entonces el matrimonio, muchos ya con uno o varios hijos iban de madrugada a que el cura sancionase lo que ya era legal a los ojos del pueblo desde unos años atrás.
Extraído de "El clientelismo político" de José A. González Alcantud.
Juan Sánchez-NOVIEMBRE-2.016
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