domingo, 8 de enero de 2017

FILABRES: El faro de la Sierra de Filabres “Don Manuel Rubira Sola”

FILABRES:
El faro de la Sierra de Filabres “Don Manuel Rubira Sola”
• El Sacerdote de los Filabres había nacido en la Villa serrana de Velefique el “Día de Reyes” de 1.903.
• Hijo de familia humilde y religiosa.
• Recibió el orden sacerdotal de manos del entonces obispo de Almería, Francisco Bernardo Martínez Noval.
• Destacó por su bondad y capacidad teológica. En su expediente obtuvo más de un “meritissumus” la nota máxima del Seminario.
• Fue hostigado cruelmente por ser sacerdote durante la Guerra Civil Española. Perdonó después a sus perseguidores.
• De talante piadoso y verdadero devoto de la Santísima Virgen María. En cierta ocasión predicando sobre el sacerdocio dijo: “Los curas vamos vestidos de negro, pero somos el blanco de todo el pueblo”.
• En palabras del profesor de Macael Francisco Miras Martínez, Don Manuel fue “El Cura de la Sierra de Filabres”. “Sufrido como su escarpado paisaje; valioso, como el mármol arrancado de la entraña de la cantera; tenaz y valeroso, para enfrentarse sin protección a todos los riesgos; curtido y curado por el sol y los vientos de la alta montaña; agrietados sus pies de párroco por acudir y correr entre peñascos; Trovero y Cantor de la historia de los Filabres, tradiciones, moros y cristianos, cuartetas… (Su Sierra fue su madre, su cuna y su lecho).
• De su larga vida sacerdotal, 62 años evangelizando, treinta y cuatro fueron de párroco de Macael y Laroya.
• El 4 de Febrero de 1.931 toma posesión como Cura Ecónomo de Laroya donde pasó la fatídica Guerra Civil. 28 eternos meses huyendo por Filabres, donde hubo días que fue perseguido hasta por 60 milicianos escopeteros para darle caza. En Macael (1.943) y terminada la criminal Guerra Civil fue nombrado como auxiliar del párroco de esa villa Don Blas Cortés Ramírez, anciano y enfermo. Tras la muerte en Fines de su antecesor, Don Manuel fue nombrado Cura Ecónomo de Macael hasta las oposiciones de 1.952, en que se la adjudicaron en propiedad, sirviéndola hasta el 20 de noviembre de 1.975.
• A final de 1.975 y como reconocimiento del Sr. Obispo y de la Iglesia Diocesana a sus largos años de fiel y fecundo servicio pastoral, fue designado Beneficiado de la Santa y Antigua Iglesia Catedral de Almería.
• Sus últimos días los vivió con las Hermanitas de los Ancianos Desamparados que le acogieron con amor y piedad. Él no les dio jamás quejas ni problemas. Murió con la misma sencillez que vivió.
• Subió al cielo el 7 de mayo de 1.989.
• Don Manuel dictó su epitafio antes de morir por si era enterrado en Macael. Dice así:
“Aquí yace Don Manuel,
Párroco querido vuestro,
pidiendo que un Padrenuestro,
al menos, recéis por él.
¡No lo olvides, Macael!
Y en Macael se enterró y el epitafio se colocó.
Descansa en la paz del Señor siervo bueno y fiel.
Relato para acabar, una de las muchas tretas y anécdotas que Don Manuel vivió para sobrevivir a la Guerra.
Nuestro cura, inteligente él, como queda dicho, se valía de mil artimañas para no ser cazado por los milicianos al que perseguían sólo por ser sacerdote.
“Cuando yo estaba en la Sierra de Velefique, mi madre se venía a Laroya, y viceversa. Esto les hacía pensar que donde estaba mi madre, yo le acompañaría desde mi escondite. Lo cual fue verdad algunas veces, pero pocas. Esto va bien -pensaba yo- que me vean donde no estoy.
Pero el peligro arreciaba. Amenazaron con encarcelar a quien me prestase cualquier tipo de ayuda. Yo no podía permitirlo.
Un amigo de Laroya me propuso esconderme en la Sierra, donde fuera más seguro, quedando mi madre en el pueblo citado. Señalaríamos un día para vernos en un cortijo suyo de la Sierra, donde me informaría del estado de mi madre. Así lo hicimos. El primer amanecer que llegamos Don Fernando Gómez y yo al punto convenido, el cortijo de la escuela, donde estaba su hermano, apareció al mismo tiempo una partida de 60 milicianos armados con escopetas caminando la mitad hacia la escuela y la otra mitad para el cortijo de los Fábrega. Salimos huyendo hacia la Tetica de Bacares, donde nos quedamos hasta el atardecer. Entonces vimos como se volvían, por el “Barranco del Infierno”, a sus casas. Yo aligeré para seguirlos, por tranquilizar a mi madre en Laroya, convenciendo con mucho trabajo a Don Fernando para que hiciera lo propio en el cortijo de su familia, prometiéndole que regresaría junto a él a la hora que fuera.
Los fui siguiendo hasta que se separaron en una era, donde yo los veía perfectamente. Salieron grupos para Tahal, Chercos, Macael y Purchena.
Seguí para Laroya, y a mitad de camino me encuentro dos amigos:
-“¡Por Dios, Don Manuel, ocúltese por ahí, que Usted no sabe cuántos van en su persecución!. -No hay cuidado, van por delante. Sólo quiero saber cómo está mi madre.
-No tema por nada, que con ella no se meten. Pero vuelva por esos barrancos ocultándose como pueda-
Vuelta a desandar.
Mediada la noche, me hallaba en pleno Filabres, sin camino ni vereda. -La luna se oculta y así me meto en la parte peor de la Sierra, harto de caminar y sin probar bocado- . Avanzando, veo una piedra grande y voy a ella tomándola por el camino. ¡Era un risco enorme!, conocido como “La Risca de Juan Blanco”, con una altura de unos 30 metros. Me quedé petrificado cuando noté el vacío sin precipitarme en él. Tampoco podía dar la vuelta. Hube de volver sobre mis pasos de espaldas. Cuando logré salir, llegué pronto al cortijo. Nueva escena. El perro ladraba. Yo le hablaba para tranquilizarlo. Los tres hermanos Gómez dormían en la era. Se despierta Don Fernando y saca una pistola de entre la paja. Gracias a su hermano que lo detuvo: “¡Muchacho, ¿qué haces? Si es Manuel!”.
El ataque de nervios le duró varios días, sin dejarle comer ni dormir.
P.D.- Don Manuel fue mi Párroco en Laroya de posguerra: me bautizó, me dio la 1ª comunión y acompañó al Sr. Obispo cuando me impartió el Sacramento de la Confirmación. Fue un gran hombre y muy amigo de mi familia. Lo recuerdo con cariño y admiración.
Juan Sánchez-DICIEMBRE-2.016

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