OLULA del RÍO
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ALBANCHEZ:
“Joaquín Bernabé” “Un regalo de las estrellas”
“Joaquín Bernabé” “Un regalo de las estrellas”
POR GINÉS BONILLO: Poeta y escritor almeriense.
Hace unos días se cumplió el centenario del nacimiento de nuestro poeta del Valle Joaquín Bernabé Cortés nacido en Albanchez en 1.916 y fallecido en el mismo municipio en 2.013. Quienes lo conocimos (Dice Ginés Bonillo), lo creíamos eterno y aún no acabamos de creer que pasado 21 de septiembre no estuviésemos celebrando tan señalado cumpleaños con él y su esposa en su casa de Los Pardos.
Joaquín nació en Los Morillas (en un límite, un tanto impreciso, entre Albanchez y Cantoria), aunque vivió buena parte de su vida en Los Cerrillos (Arboleas) y, luego, en Los Pardos (Cantoria). Lo registraron en Albanchez y ahora descansa en el pequeño, tranquilo y casi familiar cementerio de Los Pardos, a escasos kilómetros de donde reposa su amigo el escultor Pedro Gilabert y a algunos metros de donde lo hacen algunos de los integrantes del círculo literario del Arroyo Aceituno.
La Voz de Almería se hizo eco de nuestro poeta al menos en dos ocasiones: una con motivo de un recital suyo (12/03/2.001, pág. 18) y a raíz de su fallecimiento (03/01/2.014, pág. 4), a las cuales remitimos al lector interesado; así como al libro que reunió la totalidad de su obra poética (Joaquín Bernabé Cortés: Vida y obra de un poeta del Almanzora, Arráez Editores, 2.002).
Bernabé fue, ante todo, un hombre bondadoso (en palabras de Machado) y representa, como pocos la concurrencia de extremos discordantes y, yendo más allá, de la inicua desigualdad.
Nacido en el seno de una familia campesina pobre, como tantas otras de la España de principios de Siglo XX, en un entorno rural aislado, con una salud endeble (era albino y con una miopía acusada); Joaquín no tuvo más remedio que dedicarse a las tareas del campo (pastoreo del rebaño y cuidado de la tierra, con frecuencia en calidad de aparcero. En definitiva, unas circunstancias vitales propicias casi ineludiblemente para la producción y reproducción de la incultura alienante y más embrutecedora.
Y sin embargo, Bernabé se alineó desde niño en las filas de esa especie excepcional de hombres caracterizados por su inclinación hacia las Letras y la Cultura en general, y a la Poesía en especial. Una raza de hombres embebidos en la pasión por la tradición poética popular, representada en nuestra tierra por dos fórmulas básicas: el trovo (oral e improvisado) y el romance (escrito y memorístico, pero de predominante transmisión oral).
Joaquín podía estar en uno de aquellos cerros de los Filabres pastoreando el ganado y, mientras trenzaba esparto para hacerse las próximas esparteñas, se entretenía en componer unas décimas o unas quintillas, y memorizándolas para sorprender a tal o cual vecino apenas volviesen a encontrarse. Tal vez aquella mañana se había desayunado un tazón de leche, y a media mañana, unos higos secos.
Pero los Bernabé tuvieron desde la infancia el ejemplo de su padre.
Contaba Joaquín que, dada su resistencia y la de su hermano Pedro a echar la siesta en verano, su padres los obligaba a pasar las tardes escribiendo, haciendo copiados. Una de aquellas tardes, al levantarse su padre, Francisco, de la siesta, ellos le comentaron que una mosca se había caído dentro del tintero y murió. Al momento Francisco improvisó esta quintilla de carácter anecdótico-sapiencial:
“Una mosca se cayó
de cabeza en un tintero
y al momento se murió.
Con todo puede el dinero,
pero… con la muerte, no”.
Contaba Joaquín que, dada su resistencia y la de su hermano Pedro a echar la siesta en verano, su padres los obligaba a pasar las tardes escribiendo, haciendo copiados. Una de aquellas tardes, al levantarse su padre, Francisco, de la siesta, ellos le comentaron que una mosca se había caído dentro del tintero y murió. Al momento Francisco improvisó esta quintilla de carácter anecdótico-sapiencial:
“Una mosca se cayó
de cabeza en un tintero
y al momento se murió.
Con todo puede el dinero,
pero… con la muerte, no”.
A través de enseñanzas empíricas de este tipo aprendían a componer los niños. Y leyendo una suculenta antología de las mil mejores poesías de la lengua española, junto a cientos de romances de ciego, que Joaquín memorizaba de inmediato. Recuerdo una ocasión que almorzábamos en casa: él, por su dieta, había finalizado y nos divertía a los demás con un romance. Lola, su esposa exclamó: “¡Ese no lo habías contado nunca delante de mí!”. A lo cual, contestó él sin inmutarse: “¡Y cuántos más no hay!”.
La serena confluencia de miles de vivencias, repartidas entre la sublimación de la poesía y las notables carencias materiales, la fue destilando Bernabé y, con el tiempo, la plasmó en poemas como el siguiente, cuyas raíces penetran en la más rica tradición filosófica-literaria de Occidente:
“EL RELOJ Y EL TIEMPO”
La aguja con paso igual
corre, el tiempo señalando,
del placer el fin marcando,
de la tristeza y el mal.
Pero cuando cada cual
coja de su vida el fruto,
cien siglos de gozo o luto
pasarán o muchos más,
sin que parezca jamás
que ha pasado ni un minuto.
La aguja con paso igual
corre, el tiempo señalando,
del placer el fin marcando,
de la tristeza y el mal.
Pero cuando cada cual
coja de su vida el fruto,
cien siglos de gozo o luto
pasarán o muchos más,
sin que parezca jamás
que ha pasado ni un minuto.
Tal personalidad reflexiva y tal técnica literaria atesorabaBernabé en su interior.
Aprovecho esta oportunidad para conocer la respuesta que me dio ante una pregunta acerca de donde sacaba ciertas palabras y cultismos poco usuales, incluso en niveles sociolingüísticos altos. Se quedó mirándome, dos segundos indeciso (creo que más por mí que por sí mismo): “¡Del diccionario!” (Evidente).
Aprovecho esta oportunidad para conocer la respuesta que me dio ante una pregunta acerca de donde sacaba ciertas palabras y cultismos poco usuales, incluso en niveles sociolingüísticos altos. Se quedó mirándome, dos segundos indeciso (creo que más por mí que por sí mismo): “¡Del diccionario!” (Evidente).
Quiero finalizar este recordatorio del primer centenario del nacimiento de Joaquín Bernabé transcribiendo las décimas que recitó a la puerta de su casa al recibir en sus manos -de parte de los editores- el primer ejemplar del libro que recoge su producción poética, prometido para la Navidad del año 2.000 (y que vio la luz por junio de 2.002).
“Ven acá, tesoro mío.
¡Tanto me has hecho sufrir
por la tardanza en venir,
que de emoción desvarío!
Te comparo con el crío
cuya madre va a parir,
y él se retrasa en salir
dos inviernos y un estío,
porque entre el calor y el frío
no se decide a elegir.
Pero ya, en la primavera,
con la suavidad del clima,
ataviado con la rima
de un poeta sin carrera,
y después de larga espera
-año y medio ha transcurrido-
por fin al mundo has venido
antes de que tu autor muera.
Quiso Dios que sucediera
como yo había pedido".
¡Tanto me has hecho sufrir
por la tardanza en venir,
que de emoción desvarío!
Te comparo con el crío
cuya madre va a parir,
y él se retrasa en salir
dos inviernos y un estío,
porque entre el calor y el frío
no se decide a elegir.
Pero ya, en la primavera,
con la suavidad del clima,
ataviado con la rima
de un poeta sin carrera,
y después de larga espera
-año y medio ha transcurrido-
por fin al mundo has venido
antes de que tu autor muera.
Quiso Dios que sucediera
como yo había pedido".
Nadie pondrá en duda que en los resplandecientes salones de la alta sociedad literaria luce más un enjundioso estudio de refritos sobre Garcilaso o Lorca, por poner un par de ejemplos; pero que tampoco nadie albergue la menor duda acerca de que no resulta menor la satisfacción de haber conocido a un ser excepcional como Joaquín Bernabé y preocuparse por extender la memoria de un poeta admirable, y más que digno, incluso a sabiendas de que no obtendrá el beneplácito de los engreídos diosecillos de turno de la cultura de clase establecida. ¡Felicidades, poeta!
Juan Sánchez-NOVIEMBRE-2.016
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