“La Navidad de nuestros abuelos”
Mucho ha cambiado la Navidad que nuestros abuelos vivían con respecto a la que celebramos actualmente y que disfrutan nuestros hijos.
Cuando nuestros abuelos eran niños, la Navidad era muy diferente a la de ahora aunque algunas tradiciones no han cambiado a lo largo de la historia.
Hoy sigue siendo un tiempo para reencontrarse con la familia. De revivir recuerdos olvidados al calor de la chimenea, especialmente se recuerda a los que ya no están con nosotros.
Hoy sigue siendo un tiempo para reencontrarse con la familia. De revivir recuerdos olvidados al calor de la chimenea, especialmente se recuerda a los que ya no están con nosotros.
Asar castañas era una tradición que no faltaba en ninguna casa. Hoy aún la conservan en algunos lugares y como no abundan las chimeneas especialmente en ciudades y pueblos grandes, estas se asan en la estufa o en el brasero. Esta actividad también reunía a la familia en torno al fuego y era de especial agrado para los niños y los abuelos quiénes manipulaban el fuego y repartían entre el chiquillerío el apreciado fruto, calentito y al cuerpo.
Tras la cena de Nochebuena, que no gozaba de tantos manjares como tenemos ahora, pero con el mismo encanto familiar, toda la familia partía para la parroquia para asistir a la tradicional Misa de Gallo. Villancicos, zambombas, guitarras y bandurrias así como bonitos villancicos amenizaban el acto religioso y todo en honor para ese Niño recién nacido. Después del besamanos acostumbrado, todo los feligreses salían contentos y sonrientes porque había nacido el Hijo de Dios.
Después, los niños hacían una ronda de villancicos yendo de casa en casa para recibir el aguinaldo de manos de los mayores. El presente con que se agasajaba a los niños eran golosinas y dulces típicos de esta fiesta. Nunca dinero como suelen hacerlo ahora.
Era tradición que los mozos casaderos hicieran también una ronda de villancicos dirigiéndose a las casas de las mujeres solteras donde también eran agasajados: aguardiente, mistela, mantecados, buñuelos o peladillas y mazapanes.
Escasa decoración y alto grado de fe en las casas. Sí abundaban los Belenes adecuados a la economía de la familia. Nada de Papá Noël, nada de lucecitas de colores. En todo caso algunas velas alumbraban el Misterio. Tampoco se ponían árboles de Navidad (eran más ecologistas que hoy), además, Papá Nöel y Árbol no son tradiciones mediterráneas. La Aldea Global de hoy nos hace celebrar fiestas no genuinas de nuestra tierra. Son más propias de las altas latitudes de Europa y de América donde hace mucho frío. Lo nuestro era y son los Reyes Magos. Ellos tienen otra figura importante para los niños: Santa Claus, un personaje vestido con traje de paño de color rojo para combatir el rigor del invierno boreal y que en vez de camellos cargados de juguetes se desplazan en trineos que se deslizan por la nieve y el hielo arrastrados por carros tirados por renos. Santa Claüs (San Nicolás) acude a repartir los juguetes la Nochebuena. Los de Oriente aparecen en la madrugada del 5 al 6 de Enero. (Lástima que al día siguiente haya que ir al “cole” y los juguetes se disfruten menos.
Siguiendo con las antiguas navidades, las abuelas se encargaban de reunir previamente a todas las mujeres de la familia y entre todas preparaban las comidas y los dulces navideños. No se compraban productos elaborados en los supermercados sino que se hacían a mano. Se amasaban todos los ingredientes y se desplumaban los capones o pavos que formarían parte de la “cena navideña”. Lanzar petardos es otro barbarismo practicado por las generaciones jóvenes que tienen otras maneras diferentes de divertirse más bien poco ortodoxas. En esto y en otros aspectos hemos involucionado por desgracia.
Juan Sánchez-DICIEMBRE-2.016
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